miércoles, enero 24, 2007

Un semestre costoso para el Gobierno, más aún para el Estado

La abrupta salida de la Directora de Deportes, Catalina Depassier, debido a las denuncias realizadas por diputados de la Alianza, que indicaban la falsedad de su título profesional, y las repercusiones que esto tuvo al interior de la Concertación demuestran la ambigüedad que hay en torno al ejercicio de puestos políticos y no políticos en el aparato estatal.
Cargos como subsecretarias y ministerios son considerados puestos políticos, pues se basan en la confianza que tengan - en este caso el Presidente - para nombrarlos, y por lo tanto, tampoco se exige títulos profesionales para su ejercicio o selección.
Más allá de las coaliciones ¿Es esto beneficioso para el Estado mismo?
Cuando se ha hablado de transparentar el funcionamiento del Estado y sus recursos, también se debería considerar el transparentar y hacer más competitivo el acceso del recurso humano que opera en el Estado, haciéndolo más eficiente.
Esta especie de filtro, no implica que los cargos dejen de ser cargos políticos, pero sí que quienes accedan a dichos puestos, sean idóneos dentro de esas áreas. Es decir, el cargo debe seguir siendo político pero la elección se debe hacer en torno a profesionales determinados de manera racional.
Se debe racionalizar la designación de cargos políticos, no sólo para hacer que el Estado sea más eficiente, sino también, para hacer más fuerte al Gobierno de turno, evitando cuestionamientos por falta de preparación, poco profesionalismo o "chanterios".
No se trata de hacer un gobierno de tecnócratas, pero sí de fortalecer los puestos políticos, no con respaldos partidarios, sino que con la formación y preparación de los propios funcionarios.
Por otro lado, se debe dar cuenta del patrimonio previo y posterior de los altos funcionarios, y su nivel de desempeño, como lo hace cualquier empleado en cualquier lugar de trabajo.
Es esencial que la institucionalidad misma regule y evite el surgimiento de indicios de corrupción, apropiación ilícita y mal manejo de información.

jueves, enero 04, 2007

Del antagonismo al agonismo en el sistema político chileno

El traspaso del poder desde la dictadura militar al régimen denominado en un principio “democracia de los consensos”, significó el fin de los antagonismos en el sistema político chileno, entendidos como las posiciones que son negadas, operan fueran de un discurso determinado, y generan dislocaciones en éste último.
Desde la Teoría del discurso, y utilizando conceptos como Hegemonía, articulación y cadenas de equivalencia –que definimos más adelante- analizaremos como la situación de crisis en que estaba derivando la dictadura militar, dio paso, mediante la articulación política por parte de las elites, a una resignificación de discurso constitutivo de la sociedad chilena, y el establecimiento de una hegemonía de orden neoliberal, que se sitúa sobre el discurso político, absorbiéndolo. Esto, mediante el análisis histórico de hechos significativos en tal proceso y sus implicancias posteriores
¿Cómo se produce éste pasó de un antagonismo de fuerzas sociales, previo a 1988, a un agonismo y una hegemonía Neoliberal después de las elecciones del 5 de octubre?
Podemos decir que antes de 1988 la sociedad chilena se encuentra en una fase de dislocación, entendida como la aparición de fallas y contradicciones en el Discurso autoritario de la dictadura, que generan múltiples discursos, que plantean diversos significantes flotantes como democracia, reconciliación, o levantamiento popular. A partir de 1988, se pasa a una nueva fase, denominada de mito, donde diversas posiciones discursiva luchan por volverse hegemónicas, que posteriormente termina con la sedimentación del discurso neoliberal a partir de 1990.
*Abstract del trabajo Del antagonismo al agonismo en el sistema político chileno.