"La memoria del Holocausto se ha convertido en una religión sustituta de los judíos secularizados en el mundo occidental" (Manfred Henningsen, Totalitarismo y religión política, sobre los regímenes de terror moderno).
La mistificación del Holocausto judío como parte de la identidad judía, ha dado paso a un fenómeno nuevo, la xenofobia judía.
Tal como explica Henningsen, "La referencia de identidad simbólica al Holocausto es tan fuerte y tan intensa entre los más de 250 mil hijos de sobrevivientes de esa masacre, que para muchos de ellos la relación con la Alemania contemporánea está marcada por el eslogan Never Again".
La esencialización discursiva del Holocausto judío, ha hecho que éstos -los judíos y sobre todo los israelitas- consideren como incomparable lo que les ocurrió a ellos como pueblo, y a la vez como legítimo cualquier acto que consideren para evitar algo similar.
Según esta percepción, se sienten con el derecho de aplicar la violencia y la fuerza desmedida sobre otros -los palestinos- porque lo que les pasó a ellos no tiene comparación histórica, en términos cuantitativos y cualitativos.
Es decir, el Holocausto, ya no es visto como algo que se debe evitar universalmente, en pro de toda la humanidad, sino que es concebido como de exclusividad de los judíos, y no de otros pueblos como el palestino, afgano o iraquí.
Por esto, errónea y sectariamente, ante el conflicto palestino-israelí y ante todos los conflictos de Medio Oriente, en los medios se da prioridad y más valor a las víctimas occidentales y cristiano-católicas de la violencia actual, y simultáneamente se menosprecia a las víctimas islámicas, orientales, árabes, palestinas de la misma, calificándolas con el constante peyorativo de terroristas e insurgentes.
Los palestinos son combatientes, están en una guerra que ninguna potencia se ha encargado de terminar.
Las víctimas de la guerra son palestinas e israelíes. El Holocausto está matando a dos pueblos. El Holocausto también está ocurriendo en Irak y quizás nunca nadie diga Never Again.