lunes, diciembre 26, 2005

Del bien común al Neomaquiavelismo

En nuestros tiempos, hablar de ética y de política como elementos complementarios parece ser algo absurdo. Desde que los derechos civiles comenzaron a ser utilizados no como ideales de convivencia sino que como banderas de lucha entre las clases políticas.
El proceso de división del poder, o más bien la supuesta dicotomía de éste, en lo que se denomino ex parte principis y ex parte populis, iniciado durante la Revolución francesa, establecía intrínsecamente que el Estado es para los individuos y no los individuos para el Estado. Esta transformación, entendida como el traspaso del deber feudal al derecho republicano, es el punto de inicio del juego entre la ética y la política, y también el triunfo del individualismo en todo su concepto, donde el primer gran término ético del cual se habla, es el de fraternidad entre los individuos.
Este cambio en 180º significa un quiebre en el punto de vista con el cual, hasta ese momento, se concebía la interrelación entre gobernantes y gobernados. El cambio estaba saldado, ahora todos los ciudadanos interactuaban dentro de un estado de derecho, en el cuál se afirmaba el valor absoluto y la autonomía moral de cada ser.
El concepto de ex parte populi y el proceso de desarraigo que los estados nacionales europeos estaban viviendo con respecto a la Iglesia y sus doctrinas morales, trajo consigo un dualismo entre ética y política, que generó una disyuntiva entre obedecer a una ética de principios o, a una ética de resultados.
La ética de resultados, adoptada por los políticos de la época Moderna y también la contemporánea y la actual, es la que defiende la Gran Cose dictada por Maquiavelo, la que propugna el bien colectivo y no los principios del individuo justo.
Maquiavelo planteó, desde lo subjetivo del ex parte principis, la autonomía de la política con respecto a los principios de la moral. Tal autonomía reconoce normas propias para el ejercicio del poder, distintas y ajenas a los postulados éticos.
Sin embargo, actualmente, vemos que la ética, como motor de la acción política ha sido abandonada en forma descarada. Las problemáticas suscitadas, tanto en la Concertación como la Alianza por Chile, demuestran que el actuar de las elites políticas ya no tiene como leiv motiv el desarrollo del bien común, sino la lucha por el control del poder en su total magnitud, mediante acciones ajenas a la ética de principios y más cercanas a la de resultados, donde no importa el costo de las acciones, mientras los resultados favorezcan el control y el mayor acceso, esencialmente al poder.
Se abandona entonces la concepción de lo político como algo hacia el futuro, convirtiéndolo en un espacio de acciones inmediatistas y oportunistas, donde ya no importa o existe un proyecto histórico-político, sino más bien una respuesta superficial y a la vez sobredimensionada por parte de los medios de comunicación.
Las futuras acciones políticas deben estar enmarcadas en un nuevo enfoque, que apunte al rescate de la ética social y de principios, pues esa es la única forma en que la política recupere su valor como tal.

viernes, diciembre 23, 2005

Reforma o fin del sistema binominal ¿Y después qué?

Por segunda vez el Presidente envío al Congreso el proyecto que pretende cambiar o poner fin al sistema binominal -eso no está muy claro-. Esta vez lo hizo directamente al Senado y no a la Cámara de diputados, porque ahí no hubo quorum para llevar a cabo el proceso, ¡que novedad!
A partir de está discusión se podría generar otra mucho más profunda, que en este texto no abordaré en profundidad, haciendo planteamientos teóricos, pero que tiene relación con el tipo de régimen que queremos y necesita Chile. Y cuando hablo de régimen me refiero exclusivamente al tipo de sistema, ya sea presidencial, parlamentario o semipresidencial, que podríamos tener en el futuro.
En este sentido el debate en torno a la efectividad del régimen presidencial para permitir la gobernabilidad y la aplicación de los programas de gobierno, sea cual sea éste, se ha mantenido en círculos intelectuales cerrados, en los que la discusión termina por diluirse.
Por lo tanto, se hace necesario llevar el debate a las discusión general, a todos a quienes les interesa conocer algo más de la política y saber de qué forma están siendo gobernados.
La discusión debe plantearse para buscar respuesta a la siguiente pregunta: ¿es Chile apto para un régimen parlamentario, o semi-presidencial, similar en el primer caso al inglés, y en el segundo al francés?
Nuestra respuesta es que el segundo modo sería más probable.
* En Chile nunca ha existido un régimen parlamentario, para quienes quieran comenzar con ese argumento.
Mis argumentos a favor son los siguientes:
-En el régimen presidencial es mucho más engorroso cambiar un mal gobierno. Ante un mal gobierno se debe elevar una acusación constitucional, es decir, se debe iniciar un proceso judicial para sacar al mal gobierno.
-En el régimen parlamentario o el semipresidencial, la vía para cambiar un mal gobierno es más expedita, un voto de censura efectuado con mayoría del Parlamento, automáticamente obliga a llamar a elecciones nuevamente. Es decir, hay un juicio político simplemente.
-En el régimen presidencial, es mucho más difícil llevar a cabo las políticas de gobierno, porque existe la posibilidad de no contar con mayoría en el Congreso y por lo tanto tener una oposición que impida cualquier proyecto.
-En el régimen parlamentario, por el contrario, se necesita tener mayoría en el parlamento para que el representante de la coalición asuma como primer ministro y como jefe de Gobierno .
El debate está abierto.

martes, diciembre 20, 2005

La verdadera Vocación de Servicio ¿La tienen nuestros políticos?

Foto: Bomberos de Chile
"Es bueno señalar que en todos los países en que el servicio bomberil es pagado, más del 80% del presupuesto bomberil se gasta en remuneraciones. Por lo tanto, es ese 80% o más el que los Bomberos entregan, año a año, al Estado, como una donación generosa y espontánea. Digámoslo derechamente, para que no queden dudas: los Bomberos hacemos donaciones al Estado, y no a la inversa. Lo que el Estado nos entrega no es un regalo, sino solamente una parte, por lo demás muy pequeña, de lo que es su propio deber." Octavio Hinzpeter Blumsak, Presidente de Bomberos de Chile.
¿Quiénes tienen la verdadera vocación de servicio?
La vocación de servicio se ha convertido en un concepto vacío, en una etiqueta, a la cual recurren constantemente la mayoría de nuestros políticos, sobre todo aquellos que quieren demostrar, o más bien aparentar, que su interés por llegar al Congreso, se debe a su interés por servir y no servirse.
Pero ¿Qué entendemos por vocación de servicio?
Esencialmente como la disposición, no interesada, de servir, ayudar y aportar a la sociedad en cualquier ámbito, sin esperar retribuciones ni beneficios económicos, políticos y materiales de ninguna índole.
Si tomamos dos instituciones chilenas, Bomberos y el Congreso Nacional, veremos que las condiciones para ejercer la “vocación de servicio” varían enormemente entre los miembros de una y otra.
En primer lugar, los sueldos que perciben, tanto diputados y senadores, fluctúan entre los 5 y los 7 millones de pesos, en la llamada dieta parlamentaria, equivalente a la remuneración de un ministro de Estado, y que reciben por el desempeño de su cargo. Se supone que un buen desempeño.
Bomberos de Chile, en cambio, funciona en base a la voluntariedad, es decir, no hay remuneraciones para los voluntarios, quienes suman 35.000 miembros, todos Bomberos Profesionales Voluntarios, de alta y constante capacitación.
En segundo lugar, el aporte del Estado a Bomberos es muy bajo y la mayor parte de sus recursos provienen de los propios aportes de sus voluntarios. “Por Ley de Presupuesto de la Nación Bomberos de Chile recibió el año 2004 la suma de $10.180.140.000, monto que considera una rebaja presupuestaria de $662 millones comunicado por Decreto del Ministerio de Hacienda en febrero de 2004” (Bomberos de Chile). Para el Congreso, el aporte del Estado es notoriamente superior.
En términos de eficiencia, los bomberos presentan un nivel mucho más alto en cuanto a cumplir con sus tareas; apagar incendios, ayudar en accidentes, catástrofes naturales, etc. Ya lo vimos con el último incendio químico que afectó la bodega de la fábrica de solventes Sercoin en San Bernardo.
Los congresistas, en cambio, muestran deficiencias notorias en su desempeño, marcado por un deficiente nivel de asistencias, tanto diputados como senadores. Por ejemplo, el martes 13 de septiembre se suspendió la sesión en que se votaría el proyecto que pretendía crear el Consejo Nacional de Cultura y el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural, por falta de quórum, cuando llegaron sólo 36 de un total de 116 diputados en ejercicio. Lo mismo ha pasado con varios proyectos de ley.
En bomberos, en cada acto de servicio se pasa lista y, quien no logra durante el año, un porcentaje de asistencia superior al 75%, es separado definitivamente de la Institución. El bombero está siempre de servicio.
En el Congreso, por el contrario, no existe ninguna obligación para asistir a las sesiones, y si no lo hacen igual reciben sus sueldos y asignaciones. A los diputados sólo se les exige asistir durante nueve días del mes (21 días libres). En el caso de los senadores, sólo se les exige asistir a seis sesiones (24 días libres para otras labores).
El caso de los bomberos de Curacaví es bastante decidor en cuanto a las asimetrías con las que se desarrolla la vocación de servicio en comparación al Congreso.
Los voluntarios que trabajan en ella han venido solicitando un carro de rescate bien equipado desde 1994. Como reciben una subvención por el número de habitantes de su comuna (22 mil personas) sus posibilidades de adquirirlo son muy bajas, pues necesitan 30 millones de pesos para conseguirlo. No obstante, sólo cuentan con un presupuesto anual de 11 millones de pesos, del que cada mes deben gastar un millón, o sea, tienen un déficit presupuestario.
Sin embargo, la compañía de Curacaví debe atender 131 kilómetros de carretera, que incluyen los túneles Lo Prado, Zapata y la ruta 68, que tiene una población flotante de 4 millones de personas, entre ésta, nuestros “honorables” diputados y senadores. Y hasta el momento, sobre todo en verano y a pesar de los recursos paupérrimos han cumplido su tarea en forma más que eficiente.
El nivel de eficiencia de nuestros legisladores varía según determinados intereses. Se supone que el rol y la tarea fundamental de los miembros del Congreso es legislar, para la ciudadanía, en pro de quienes, confiando en su representación, los colocaron ahí. ¿Ocurre eso, son eficientes en este sentido?
No, nuestros legisladores son eficientes sólo cuando deben votar la aprobación de sus dietas, o cuando algún partido se inscribe mal para alguna elección o para rechazar a algún candidato mapuche.
Sin embargo, nuestros “honorables” del Congreso, aducen que muchas veces están escasos de recursos, que sus sueldos no son tan suculentos, cuando se les critican sus ausencias, apelan a decir que priorizan el trabajo en terreno y que lo que los lleva a actuar en política y llegar al Congreso es su afán de servicio, su vocación.
Pero ¿Qué pasaría si en el Congreso, no hubiera remuneración como en bomberos o se pagara el sueldo de un profesor?
Creo que accederían personas con real vocación política y de servicio, tan simple.
Y reitero la pregunta ¿Quiénes tienen la verdadera vocación de servicio?

Como dato anexo, por la ruta 68, aparte de nuestros “honorables”, circulan constantemente desde Valparaíso a Santiago y viceversa, una gran cantidad de camiones con productos químicos, sustancias prohibidas, combustibles, de diversas empresas, nacionales y extranjeras. Sin embargo, sin considerar que ellos serían los primeros en llegar al lugar del accidente, ninguna aporta dinero a bomberos de Curacaví. Se debe tener claro que un traje de para productos químicos cuesta cerca de 3 millones de dólares. Bomberos de Curacaví necesitan 20 millones más para equiparse todos correctamente para enfrentar un siniestro con productos químicos.

sábado, diciembre 17, 2005

El abrazo del Conde Drácula

Luego de un tiempo desaparecido, mi estimado y contestarario amigo Jimmy McDeendle, me envío un nuevo artículo, no sé si es de su autoría o no, porque llegó a mail sin ninguna indicación.
Después de los escrutinios, la gente se pregunta: Si sumamos los votos de Lavín y Piñera, es obvio que Bachelet está perdida, si acceden, los de Juntos Podemos Más serán muy pocos ¿de dónde van a salir los votos que faltan? En este artículo creo que está la respuesta.
Los votantes chilenos parecen distribuirse como una campana de Gauss. Muchos en el centro; muy pocos hacia la extrema izquierda y muy pocos hacia la extrema derecha.
Así estaba la cosa hasta el primer trimestre de este año, cuando Bachelet gozaba de una intención de voto que sobrepasaba el 50%.
Se daba esa clásica contienda polar de la izquierda versus la derecha política-económica, con todas las interpretaciones post Gobierno Militar, mediante las cuales se ha estado diluyendo la nitidez de este hecho.
Así fue como apareció Sebastián Piñera, hombre acostumbrado al análisis de márketing, quien vio que había un espacio que era fácil de ganar: una propuesta de centro, con un poderoso liderazgo, con capacidad de organización y buen respaldo financiero.
Y proyectó su imagen de candidato de centro: moderado, amplio de criterio, divorciado explícito del Gobierno Militar, enemigo de los senadores designados, amigo de los democratacristianos, víctima de las maquinaciones de la UDI, reiteradamente bajado y vilipendiado, ajeno al socialismo, varón, hecho así mismo, y otras características que lo conforman como una legítima alternativa en la región más poblada del espectro electroral.
Lo logró.
El 11 de Diciembre recién pasado, demostró que había forjado la imagen requerida en la mente del electorado.
Entonces era cierto que existía una izquierda y una ultra izquierdo; que existe una derecha y una ultra derecha, de la cual más convendría estar lejano.
Ser de centro no sería ser "ni chicha ni limonada", sino que ser moderado; estar lejano de los trauma y los fetiches que estableció el Gobierno Militar. El centro es la ponderación, es el trabajo fecundo, es la política al servicio del trabajo fecundo.
Hasta las 5 de la tarde todo iba así de bien; había resultado a las mil maravillas; el análisis de márketing era consistente con los resultados.
Pero cerca de las 9 de la noche, los noticieros comenzaron a mostrar otra "imagen"; Piñera, feliz, sentado en su centro, siendo vitoreado por el electorado de centro, sube al podio para darle el abrazo de la muerte a Joaquín Lavín, el derechista; entonces se funden en un solo ser; y como ha ocurrido en tantas películas, cuando Drácula da su abrazo, transmite el estigma en su beso mortal, pues éste posee un afluvio que corre por las venas, convirtiendo a su víctima en otro vampiro.
Así fue como le ocurrió a Piñera esa trágica noche del 11 de Diciembre, porque el humilde y esforzado varón (no mujer) que se había forjado a sí mismo, que había combatido al Gobierno Militar, que era el Centro del trabajo, con sus manos limpias y abiertas, se había fundido en uno con la derecha y la ultra derecha.
Pronto sus tiendas de campaña se empezaron a llenar de capitanes y consiglieris, de mandarines y samuraies.
Con el transcurrir de los días, al fragor de la batalla, volverán a aparecer las antiguas banderas; los mismos combatientes; y las mismas discusiones. Esta no es otra que la clásica contienda.
Ganará Bachelet, regateando hasta el último voto; Piñera sumará los votos de Lavín; pero se fugarán despavoridos los votantes de centro que algún día creyeron en su canto.

jueves, diciembre 08, 2005

Expectativas democráticas y decepción distributiva...

Considerando los niveles de crecimiento alcanzados por Chile después del retorno a la democracia, y el mayor desarrollo de las capacidades productivas del país, surge el cuestionamiento acerca de cuál es el momento para alcanzar el desarrollo definitivo y dejar de ser una nación subdesarrollada.
Como explica Oswaldo Sunkel, actualmente América Latina enfrenta dos problemas o dilemas esenciales: uno, continuar el proceso de desarrollo y profundización democrática, y dos, la necesidad de dar respuesta satisfactoria a los efectos sociales generados por las políticas de ajuste luego de las dictaduras militares. En base a esto, surge una preocupación renovada por el desarrollo y la forma de alcanzarlo. La necesidad de unir y complementar democracia, crecimiento económico y equidad.
¿Cómo debe ser una nueva estrategia de desarrollo definitivo para Chile, que a la vez sea equitativa en la sociedad y que desarrolle aun más la democracia?
El problema del desarrollo, entendido éste como la optimización del uso de los recursos y el desarrollo de infraestructuras productivas eficientes, sumado a una mejor distribución de las ganancias, fue olvidado a partir de los 70`, cuando “la preocupación fundamental pasó a ser entonces la estabilidad y la eficiencia”, según Sunkel.
EL problema actual de Latinoamérica radica esencialmente en la necesidad de poner fin a la contradicción entre las aspiraciones ciudadanas que se expresan en las crecientes demandas democráticas y las restricciones que el marco económico genera en diversos sectores sociales, según Sunkel.
Una nueva estrategia de desarrollo, en palabras de Sunkel, desde dentro, no sólo debe considerar el aspecto tecnológico y económico, para el mayor aprovechamiento de los recursos, sino también el aspecto sociopolítico, en el cual se fomente la integración de los menos favorecidos al proceso de desarrollo, junto con dar la importancia suficiente a la cooperación entre los países latinoamericanos.
Entonces se hace necesario plantear en que forma se debe coordinar la acción colectiva -como ejercicio y expresión democrática- en relación a las políticas públicas que permitan cambios estructurales y de organización social, para acceder a este avance, con la idea de superar la contradicción entre expectativas sociales relativas a la democracia, y las relacionadas con el crecimiento y las estructuras económicas.
Es decir, cómo generar un proyecto de desarrollo que compatibilice el desarrollo del ejercicio democrático con el crecimiento económico, generando un mayor desarrollo equitativo.
La acción colectiva es un agente esencial para un proyecto de desarrollo. El ejercicio democrático como elemento de negociación, pero más importante aún, de cooperación.
Lo que ocurre hoy día es que se ha producido la problemática generada a partir del desarrollo de mayores libertades democráticas, que se colocan en contradicción con la mala distribución de la riqueza, a pesar del alto crecimiento económico del país.
Mientras no cambien las estructuras relacionadas con la distribución de la riqueza y los beneficios generados del crecimiento económico, sobre todo en tres áreas: políticas de gasto social, programas de empleo de emergencia y políticas hacia el sector informal –pequeñas y medianas empresas- a la vez que se apliquen reajustes expansivos en lo económico, será muy difícil lograr un desarrollo autosostenido y equitativo. La contradicción entre demandas democráticas y marco económico poco equitativo debilitarán el juego democrático y el desarrollo creciente del proceso productivo.