viernes, octubre 26, 2007

Diálogo Laboral: ¿Quiénes lo distorsionan?

La discusión en torno al llamado Diálogo Laboral, con que se pretende mejorar las condiciones de negociación de los trabajadores con sus empleadores, mediante el fortalecimiento de los sindicatos, ha demostrado que el problema está en que los actores involucrados no saben negociar y producen mucho ruido en términos comunicacionales.
Es claro que sólo un mínimo de los trabajadores en Chile está sindicalizado o está en sindicatos débiles o atomizados dentro de una misma empresa, porque está tiene un centenar de razones sociales que impiden a éstos exigir sus derechos. En la mayoría de los casos, se les despide por intentar organizarse.
El Diálogo Laboral pretende cambiar este tipo de prácticas –poco éticas, de claro tinte abusivo y explotador, además de subdesarrollado – mediante la disminución de las asimetrías y distorsiones, entre trabajadores y empleadores en cuanto a la negociación colectiva interempresas. Para esto es clave, fortalecer los sindicatos existentes, y más importante aún, permitir a los trabajadores, sindicalizarse.
Sin embargo, la respuesta inmediata de un sector del empresariado, no fue a favor del diálogo, sino a plantear una oposición rotunda ante la iniciativa, diciendo que “en Chile puede ser muy nefasta”[1] y calificando el actuar del ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade como “acciones laborales de fuerza”[2].
Por lo mismo, y tras darse a conocer las actas de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), el gobierno ordenó a Andrade restringir el proyecto de negociación colectiva, que incluía la negociación colectiva y la eliminación del reemplazo en caso de huelga.
Consecuente a su postura contraria a cualquier tipo de diálogo, la misma Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), en cuanto a las modificaciones a la ley laboral que propone el multidisciplinario Consejo asesor para la equidad, las calificó de "inadecuadas e inconvenientes"[3].
Sin embargo, durante la cena de la Sociedad de Fomento Fabril, el mismo Alfredo Ovalle, aseguró que algunos empresarios "muy pocos son malos", en alusión al discurso con respecto al Diálogo Laboral, hecho por la Presidenta Michelle Bachelet durante el mismo evento, donde se planteaba el rol de los empresarios en cuanto a mejorar las condiciones laborales y de negociación de los trabajadores.
Pero ésto genera una dualidad en torno al tema del Diálogo, que claramente produce ruido -hablando en términos comunicacionales- entre los actores involucrados. Por un lado se crítica la Política Pública y el debate, ejerciendo la discrecionalidad en torno a éste; y por otro se asume una posición de autovaloración en cuanto al rol que se cumple, pero sin hacerlo efectivo.
Considerando lo anterior, es claro que cuando el ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade, ha indicado que existe contradicción en el discurso del gran empresariado[4] ante las propuestas del Gobierno de mejorar el diálogo laboral, está señalando que éste en la praxis no es claro, pues han dado a entender que no pretenden escuchar a los trabajadores, menos negociar con ellos.
Contradictorio discurso, porque son ellos quienes constantemente enarbolan el discurso del Estado de Derecho, la legalidad y la institucionalidad, cuando de otras cuestiones se trata, pero pretenden dejar a criterio personal el respeto de los derechos de los trabajadores y no a criterios legales.
El mismo criterio se aplicó cuando se habló de sueldo ético, al decir que era un tema de conciencia y no de legalidad, como si todos los empleadores respetaran los derechos de sus trabajadores.
Incluso, los medianos y pequeños empresarios son constantemente víctimas de esa visión, que genera abuso y el no cumplimiento de acuerdos, y peor aún, ineficiencia económica.
Lo peor, es que la clave del tema, establecer nexos comunicativos, se rompe, debido al excesivo ruido que generan estas actitudes, que demuestran un falta de criterio cuando se trata de negociar.

[1] Alfredo Ovalle, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC).
[2] Fernando Léniz. La Tercera, 30 de septiembre 2007
[3] La Tercera, 2-10-2007.
[4] El pequeño y mediano no se sienten representados por éstos.
[5] Pedro Corona, presidente de la Cámara Nacional de Comercio.

miércoles, octubre 17, 2007

Oposición cooperativa v/s oposición desestabilizadora

El Bacheletismo Aliancista acuñado por el ex candidato presidencial, Joaquín Lavín, plantea un dilema en cuanto a cómo realizar la política; entre ejercer una oposición cooperativa o una desestabilizadora, con respecto al gobierno de turno.
Lo más novedoso de esta distinción (división), es que surge en el seno de la Derecha chilena, marcada históricamente desde la independencia, por un hacer político -en cuanto oposición- sumamente duro, desestabilizador, poco cooperativo y carente de proyectos país. Lo que podemos llamar la oposición desestabilizadora.
La Tesis del desalojo, enarbolada por Andrés Allamand, se circunscribía perfectamente en esa forma de ejercer oposición, centrándose esencialmente en las fallas del gobierno -muchas de ellas ciertas y graves- pero sin proponer nada diametralmente distinto en términos Políticos (con mayúscula refiriéndome a la Real Politik).
Esa estrategia del continuismo, se ve reflejada en el discurso de la "alternancia", que no es más que la pretensión de reemplazar a los actores que administran el Estado y detentan el poder, pero que en ningún caso plantea resolver demandas sociales como la mala distribución de la riqueza.
El máximo objetivo -y marco de acción de esta política- es lograr la desestabilización del gobierno mediante la deslegitimación del sector gobernante con respecto a la ciudadanía en general.

Quijotadas
El Bacheletismo-Aliancista o el Aliancismo-bacheletista, rompe con esa lógica de oposición desestabilizadora y plantea -ambiciosamente- transformarla en una de carácter cooperativo, al modo de países europeos como Francia, Alemania, aunque es probable que el foco esté centrado en el modelo estadounidense de hacer política, entre republicanos y demócratas. Quizás esa es la pretensión de Lavín.
En este sentido, una oposición cooperativa, a diferencia de la desestabilizadora, debe plantear un proyecto país, con cambios o reformas profundas, más allá de la sola transferencia del poder, y por lo tanto, extenderse más allá de los gobiernos de turno y las elites políticas que controlan el Estado en un momento determinado.
Por lo tanto, esta cooperación no debe ser similar al Consenso entendido en Chile (haciendo vista gorda a contradicciones como la desigualdad social, la precariedad del trabajo, entre otras), sino más bien acordando enfrentar esos problemas en conjunto, pero teniendo presente que son reales, profundos e imperiosos de resolver.
En este sentido, el Bacheletismo-aliancista, parece tener más concordancia con el Pacto Social que propuso la Presidenta Bachelet, que con la lógica de oposición que ha tenido la Derecha en el último tiempo.
Tal pretensión puede tener altos costos para el ex candidato -quedar absolutamente solo-, considerando la rigidez ideológica de su partido (UDI) y lo poco conveniente que es está posición para RN en estos momentos (sólo en estos momentos) cuando la lógica de la oposición desestabilizadora se hace útil.
Sólo en estos momentos, porque cuando el gobierno de turno está bien, entonces la oposición se vuelve parasitaria, se quiere ser del gobierno, aunque no se esté de acuerdo con éste.
Sería bueno recordar que Piñera se mostró, en algún momento, incluso dispuesto a establecer relaciones de gobernanza con Soledad Alvear, en plena campaña electoral.
Quizás sería mejor recordarle a Piñera sus asados con Michelle Bachelet en el lago Caburga.

martes, octubre 16, 2007

¿Izquierdización o desderechización?

Después del Congreso Ideológico de la Democracia Cristiana, y los diversos planteamientos que se hicieron durante la jornada realizada durante el fin de semana, se ha comenzado a hablar de una izquierdización del “centro político” que representaría la DC.
La pregunta es qué entienden por izquierdización y centro, los actores que han emitido éstas declaraciones de sumo alarmistas e incluso exageradas.
Lo más importante de todo lo anterior, es evitar catalogar apresurada, peyorativa, errada y tendenciosamente, propuestas de políticas o reformas, que pueden ser beneficiosas para la sociedad en general, en el corto o largo plazo.
Debe quedar claro que el epílogo -peyorativo- de “izquierdización” tiene su raíz en un discurso que, erróneamente, considera a cualquier planteamiento que proponga cambiar (o simplemente reformar) el sistema económico, laboral, electoral, previsional, impositivo o salarial, como una amenaza al Estado de Derecho, el sistema económico y político, la estabilidad y el orden.
En realidad, cuando algunos actores hablan de izquierdización, más bien están confundiendo el mantenimiento de ciertos privilegios, con la protección a la democracia, el mantenimiento del centro político, la estabilidad macroeconómica, el orden social e institucional.
Por esto, dentro de éste discurso, cualquier reforma en éstas dimensiones, por ínfima que sea, y aunque esté a favor de la salud, educación, la vivienda y el estómago de los más desvalidos, siempre es vista como riesgosa, ilegítima y contraria a la propiedad, la inversión y la "buena imagen del país".

No confundir bolsillos con Bien Común
El cónclave de la DC, propuso una reforma el sistema político –incluso la creación de un parlamento unicameral-, eliminación del lucro en la educación subvencionada, y enfrentar los altos niveles de desigualdad. Todo esto, fue catalogado de “izquierdización riesgosa” por algunos líderes de la oposición al gobierno concertacionista.
No se trata aquí de reconocer o no, si se es de izquierda o derecha, sino de entender cuándo usamos éstas distinciones, con qué objeto y cuál es la relación entre éstas y las políticas públicas o proyectos de país que se defienden en determinados momentos.
He ahí la clave de todo el asunto.
Reformar el sistema político, no necesariamente es una política de izquierda. Cualquier país medianamente desarrollado puede pretender dichos cambios en favor de mayor eficiencia política y legislativa, dentro de un marco institucional de negociación eficaz.
Lo anterior, es aún más claro en cuanto a superar los niveles de desigualdad y mejorar la equidad económica, política y cultural en una sociedad, lo que en definitiva se traduce en más eficiencia productiva-adaptativa, crecientes niveles de consumo y mayor emprendimiento a nivel general.
En este sentido, todos los países desarrollados han debido pasar por fases de profundas reformas -de "izquierdización" si usamos el lenguaje de los exagerados-, en que los gobiernos han debido sortear la reacción de ciertas elites y oligarquías, para poder avanzar en sus propuestas y mejorar las estructuras e instituciones de toda la sociedad.
En la mayoría de los casos, esas propuestas, en sus inicios fueron consideradas utópicas, extremas e izquierdizadas, incluso destructivas. En mirada retrospectiva, en su mayoría son consideradas buenas decisiones, que favorecieron el bien común.
Chile, tampoco ha estado ajeno a ese tipo de situaciones. Un ejemplo, la nacionalización y chilenización del cobre, hoy en día, no sería considerada una propuesta riesgosa o izquierdizada.
Sin embargo, en los años en que se propuso dicha política, muchos actores dijeron que eso era extremo, populista, además de riesgoso para la inversión y la estabilidad política del país.
Lo clave en todo esto, es que no se debe confundir la estabilidad del sistema con la rigidez institucional de éste, política y económicamente.
Tampoco se debe confundir el balance de poder, con el stato quo político y social. La democracia es dinámica, no rígida, esa es su virtud.
En todo caso, si mejorar las condiciones de vida, trabajo, sueldo, vejez, educación y participación política de la ciudadanía, son símbolo de izquierdización, entonces la política chilena aún está muy a la derecha.

lunes, octubre 01, 2007

Partidos más, partidos menos...

Una verdadera democracia no se basa simplemente en la existencia de muchos partidos, sino más bien de una institucionalidad -formal e informal- que permita generar incentivos para que la ciudadanía, como base del sistema electoral, quiera y pueda participar del juego democrático.
En el último tiempo -como una especie de punto de fuga ante el anquilosamiento del sistema electoral chileno en términos de participación e inclusión- se han propuesto diversos nuevos partidos, que plantean romper con las lógicas partidarias negativas existentes, que tanto desprestigio han traído a la política en general.
En la mayoría de los casos, los líderes de éstos embriones de partido, provienen del mismo aparataje partidario que critican, y del cual hicieron usufructo desarrollando sus carreras políticas.
Dichos proyectos se basan en una crítica focalizada en la clase política, las estructuras en que se sustentan -clientelismo, nepotismo, plutocracia- y una constante apelación a la ciudadanía como actor necesario y principal de la vida política.
Por lo anterior, los futuros partidos están marcados por rupturas -en muchos casos irreconciliables- entre sus líderes y sus antiguas bancadas, donde también se ven "arrastrados" un número no menor de militantes. Son conocidos los casos de Ávila, Flores o Schaulsohn, y los proyectos País V y el ahora en boga Chile Primero.
Debido a ese proceso de "arrastre y desmembramiento" de militantes, lo que se produce es una reestructuración de las relaciones clientelares existentes en el partido nodrizo, que se posicionan como las principales en el nuevo, en torno al líder rupturista.
Así, militantes de menor importancia en el partido tradicional, tienen la chance de obtener una posición de prominencia en la nueva organización política, debido a la mayor cercanía con el nuevo líder único y la menor cantidad de miembros la ser un partido en ciernes.
Lejos de ser esto una apertura democrática -como algunos podrían pensar- lo que se produce es simplemente un subconjunto del partido mayor, donde se repiten las mismas lógicas elitistas, sectarias, de nepotismo y clientelismo.
En términos de comportamiento político, tanto los líderes como los militantes que vienen con éste, arrastran las prácticas desarrolladas en el viejo partido y terminan por reproducirlas y sedimentarlas en el nuevo, dejando -en muchos casos- fuera de la toma de decisiones a los realmente nuevos miembros.
La mejor lógica para ampliar la democracia es fortalecer la Sociedad Civil y organizarla en pro de demandas específicas.