martes, mayo 30, 2006

El movimiento estudiantil secundario

La movilización de los estudiantes secundarios, originada a principios de mayo y que ha puesto en jaque al gobierno, y que parece irse expandiendo, nos ofrece un buen campo de análisis.
En primer lugar, y basándonos en el modelo de input y output de David Easton, podemos ver que el movimiento estudiantil es el reflejo de una falla en las vías que tiene el Gobierno y el Estado, para resolver y responder a ciertas demandas.
Por esto, sus demandas -primero de orden superficial y ahora estructural-, no fueron consideradas por las autoridades, lo que obviamente no generó decisiones políticas acordes. No hubo entonces retroalimentación -feedback- entre las demandas y las respuestas.
Las demandas son la materia que energiza y moviliza al sistema político, pueden ser externas o internas a nivel nacional y específicas o genéricas.
En el caso de los secundarios, éstas comenzaron siendo específicas -pase escolar y PSU gratis- y se han ido ampliando profundizando dichas demandas -Reforma de la Loce o cambio de ella-.
Los output del gobierno fueron indecisos, poco concretos, e incluso desfavorables. Parecía que esperaban que los secundarios depusieran las tomas por aburrimiento. Obviamente no fue así. Es decir, el Gobierno no manifestó una voluntad política para responder a las demandas estudiantiles.
Hasta aquí nada nuevo. El tema que interesa son los apoyos, y como el movimiento los ha ido generando, progresivamente. Estos han sido conductuales -la suma de universitarios- y de opinión -colegios profesionales, trabajadores-.
La creciente adhesión de otras fuerzas al movimiento, que por suerte, aún no lo intervienen con sus propias demandas, ha hecho que el Gobierno pierda fuerza para imponer su postura en la negociación. Pero más importante aún, ha demostrado, que el conflicto no es sólo con el Gobierno, sino que la crítica más profunda y fuerte apunta hacia el sistema educacional, y porque no decirlo, al sistema económico y político, tan fuertemente relacionados con la Educación.
Y me pregunto, ¿el movimiento estudiantil dará paso a más movilizaciones de otros sectores, una eventual crisis multisectorial?

jueves, mayo 18, 2006

Hospital, no es hospitalario en el sistema público

El Hospital surgió hace varios siglos atrás, esencialmente como aquel lugar, donde los desamparados y los ancianos, en su mayoría enfermos, serían acogidos, atendidos y cuidados.
De ser una sola sala, donde se colocaba a todos los enfermos, se ha convertido en un complejo sistema institucional, organizado, y con instalaciones permanentes, que ofrece gran variedad de servicios médicos. Por lo menos eso es en el ideal.
Pero ¿Es realmente hospitalario el Hospital cuando los pacientes deben esperar doce horas para ser atendidos, o días para ver si acceden a una cama o peor aún, ser atendidos en los pasillos del mismo?
En esos casos, la respuesta es no. El Hospital muchas veces ha dejado de ser hospitalario, por un tema de recursos, pero también de voluntad, de los que trabajan en ellos y del gobierno y el Estado en general.
Esto, plantea una contradicción, pues "los niveles de salud en el mundo son los mejores de la historia, pero al mismo tiempo el sentir colectivo y también el de las personas es el de sentirse peor en materia de salud" (Jorge Jiménez de la Jara, en Changes in the environment of medical practice).
Según datos del año 2003, del Departamento de inversiones y red asistencial del Minsal, en Chile existían alrededor de 15.000 médicos y 60.000 profesionales de apoyo y administrativos.
Pero, la atención en el sistema público no siempre es la más óptima, como lo demostró el año pasado la situación vivida por el Hospital San José, que colapsó en sus sistema de atención de urgencia, por lo que muchos pacientes debieron esperar hasta doce horas y muchos quedaron internados en los pasillos. Es decir, lo planteado no es teoría, es realidad. El médico jefe de ese entonces renunció y declaró: "no hay condiciones físicas ni humanas para seguir atendiendo a los enfermos de urgencia".
A lo que se apunta siempre, es a los problemas de gestión y de recursos, que son sin duda claves. Ahora se ha hecho más claro que también hay un problema relacionado con un déficit de acceso, de cobertura de prestaciones de calidad, en el ámbito público y privado.
Pero también el problema radica en un factor clave, la voluntad. Si consideramos que en 1999 el 66,5 % de las horas médicas se hacían fuera del Sistema Público de Salud, para cubrir sólo a 1/3 de la población, vemos que los médicos también han olvidado su juramento de Hipócrates. ¿Realmente se atiende por servir o para ganar dinero solamente?
Muchas veces, en casos de negligencia o fallas en la atención, con resultados lamentables, hemos escuchado que los médicos estaban en la colación o viendo TV, o argumentaron que su turno ya había terminado, por lo que no cumplieron con su deber médico. Obviamente, esto no se aplica a todos, pero algunas manzanas podridas hacen que todo el cajón se vea sucio. (Tratare el tema de los médicos en otro artículo).

viernes, mayo 12, 2006

A propósito de la últimas protestas

Debemos entender que la acción colectiva no es inmanente, ni espontánea en el tiempo y espacio, sino que es articulada, dirigida, focalizada y organizada por grupos, que como tales, tienen intereses y objetivos específicos con respecto a obtener bienes colectivos, entendidos como aquellas ganancias que son repartidas entre todos o casi todos los miembros de una colectividad dada, y que son resultado de una movilización específica.
Sin embargo, también se debe considerar que ese interés colectivo, aparentemente surgido de los grupos, es el resultado de la conjunción de diversos intereses particulares, que operan a favor o en contra de la colectividad, sus intereses y cohesión grupal.
Todos los grupos funcionan en base a la generación de incentivos selectivos –positivos y negativos - que fomentan la participación individual en proyectos colectivos.
Sin embargo, y por lo anterior, la mayoría de los actores individuales, siempre aguardan que otros inicien tareas o labores de orden colectivo, esperando obtener beneficios al menor costo posible o sin la necesidad de actuar, lo que llamamos el paradigma del Free Rider o efecto polizón.
Esas lógicas de acción no siempre responden a tendencias esencialmente racionales e individuales, como sí puede darse en grupos comparativamente pequeños, donde los costos y beneficios de la participación son fáciles de dilucidar, en concordancia con la fácil identificación de los bienes colectivos a los que se pretende acceder.
Entonces, nos preguntamos, a propósito de las últimas protestas, ¿hasta qué punto los actores de esos hechos son capaces de dilucidar el carácter de los bienes colectivos que se buscan obtener y por qué actúan en situaciones donde tanto los incentivos como los bienes no son del todo medibles?

martes, mayo 02, 2006

Energía mal gastada, la lógica del lumpenproletario

1 de mayo, día del trabajador. La mañana comienza tranquila, las manifestaciones son pacíficas. De pronto, los disturbios, la destrucción sin control, sin sentido, comienza a hacerse presente la energía mal gastada del lumpenproletario.
¿Por qué energía mal gastada? Porque la mayoría de los que actúa ahí opera individualmente en el diario vivir, no pertenece a organizaciones, tampoco pretende formarlas, si pertenece a alguna es un miembro que poco aporta, o éstas son organizaciones que contradictoriamente proclaman la no existencia de organizaciones.
No hay aquí un grupo organizado con un objetivo claro, sino que una masa de ovejas furiosas, pero que no saben por qué. Porque, después, quizás muchos llegaron a sus casas preguntando a sus mamás que había de almuerzo. Y ¿Cuáles eran las reivindicaciones?
Por esto, la única forma de canalizar su escaso y bajo aporte y conocimiento, es a través de acciones violentas, que no tienen una articulación clara ni un objetivo definido, es decir, son muy básicas, y por lo tanto vandálicas. Lo que se ve es la acción del lumpen escondido en la masa, ese mismo que muchos fin de semanas se esconde tras las barras de fútbol.
No es el pueblo trabajador, porque éste trabajó o salió de paseo con sus familias. Lo que vimos actuando era un lumpen originado a partir de una mezcla de tribus, ya sea proletario o no, que contradictoriamente, en el diario vivir se proclaman rivales.
Lo peor de esto, es que vemos mezclados y juntos en la destrucción sin sentido, a grupos anárquicos, neonazis, punkies, hip-hoperos, y toda la fauna juvenil actual, que pulula en la sociedad, demostrando no sólo el sin sentido de sus acciones, sino también de lo que piensan.
Se declaran anárquicos, pero no saben que implica eso, ni conocen a Bakunin, ni Nechaiev. Se declaran revolucionarios, pero no saben nada sobre la revolución, ni la historia, ni nada. Se declaran marxistas, pero no han leído a Marx, ni a Engel, ni a Trostky, ni a Lenin, ni a Gramsci. Se declaran nacional-socialistas, pero no saben bien de historia de su país, ni nada. Todos se declaran libertarios, pero lo que logran es mayor represión, sin lograr los postulados anarquistas.
Así es el lumpen, que no tiene conciencia de clase, ni tiene la preparación ideológica ni política para actuar. Porque me pregunto ¿Hicieron caer al gobierno? ¿Cambiaron el modelo económico y político? No, no lograron nada, sólo que -lamentablemente- las posibles reivindicaciones que algunos de ellos, que quizás balbucean, no sean consideradas. Peor aún, a los ojos de muchos ciudadanos, todos los que estaban en la marcha del 1 de mayo, serán considerados lumpen.
Más aún, el sin sentido de sus acciones, rápidamente toma un sentido delictual, aprovechador, roban y saquean, robaron cuadernos, ¿para estudiar? No lo creo.
Una masa de irracionales ¿Conocerán sus derechos y deberes? No lo creo. Una masa de irracionales, actuando todos como polizontes, sin saber por qué atacan esto o lo otro. Luego la masa se separa, y se van a sus casas a seguir sus vidas alienadas, sin pensar, sin planificar. Perros de Pavlov, condicionados.
Obviamente, estos no son los miembros aptos para llevar a cabo una revolución, al contrario, son los que debe controlar con fuerza una vanguardia revolucionaria.