sábado, diciembre 17, 2005

El abrazo del Conde Drácula

Luego de un tiempo desaparecido, mi estimado y contestarario amigo Jimmy McDeendle, me envío un nuevo artículo, no sé si es de su autoría o no, porque llegó a mail sin ninguna indicación.
Después de los escrutinios, la gente se pregunta: Si sumamos los votos de Lavín y Piñera, es obvio que Bachelet está perdida, si acceden, los de Juntos Podemos Más serán muy pocos ¿de dónde van a salir los votos que faltan? En este artículo creo que está la respuesta.
Los votantes chilenos parecen distribuirse como una campana de Gauss. Muchos en el centro; muy pocos hacia la extrema izquierda y muy pocos hacia la extrema derecha.
Así estaba la cosa hasta el primer trimestre de este año, cuando Bachelet gozaba de una intención de voto que sobrepasaba el 50%.
Se daba esa clásica contienda polar de la izquierda versus la derecha política-económica, con todas las interpretaciones post Gobierno Militar, mediante las cuales se ha estado diluyendo la nitidez de este hecho.
Así fue como apareció Sebastián Piñera, hombre acostumbrado al análisis de márketing, quien vio que había un espacio que era fácil de ganar: una propuesta de centro, con un poderoso liderazgo, con capacidad de organización y buen respaldo financiero.
Y proyectó su imagen de candidato de centro: moderado, amplio de criterio, divorciado explícito del Gobierno Militar, enemigo de los senadores designados, amigo de los democratacristianos, víctima de las maquinaciones de la UDI, reiteradamente bajado y vilipendiado, ajeno al socialismo, varón, hecho así mismo, y otras características que lo conforman como una legítima alternativa en la región más poblada del espectro electroral.
Lo logró.
El 11 de Diciembre recién pasado, demostró que había forjado la imagen requerida en la mente del electorado.
Entonces era cierto que existía una izquierda y una ultra izquierdo; que existe una derecha y una ultra derecha, de la cual más convendría estar lejano.
Ser de centro no sería ser "ni chicha ni limonada", sino que ser moderado; estar lejano de los trauma y los fetiches que estableció el Gobierno Militar. El centro es la ponderación, es el trabajo fecundo, es la política al servicio del trabajo fecundo.
Hasta las 5 de la tarde todo iba así de bien; había resultado a las mil maravillas; el análisis de márketing era consistente con los resultados.
Pero cerca de las 9 de la noche, los noticieros comenzaron a mostrar otra "imagen"; Piñera, feliz, sentado en su centro, siendo vitoreado por el electorado de centro, sube al podio para darle el abrazo de la muerte a Joaquín Lavín, el derechista; entonces se funden en un solo ser; y como ha ocurrido en tantas películas, cuando Drácula da su abrazo, transmite el estigma en su beso mortal, pues éste posee un afluvio que corre por las venas, convirtiendo a su víctima en otro vampiro.
Así fue como le ocurrió a Piñera esa trágica noche del 11 de Diciembre, porque el humilde y esforzado varón (no mujer) que se había forjado a sí mismo, que había combatido al Gobierno Militar, que era el Centro del trabajo, con sus manos limpias y abiertas, se había fundido en uno con la derecha y la ultra derecha.
Pronto sus tiendas de campaña se empezaron a llenar de capitanes y consiglieris, de mandarines y samuraies.
Con el transcurrir de los días, al fragor de la batalla, volverán a aparecer las antiguas banderas; los mismos combatientes; y las mismas discusiones. Esta no es otra que la clásica contienda.
Ganará Bachelet, regateando hasta el último voto; Piñera sumará los votos de Lavín; pero se fugarán despavoridos los votantes de centro que algún día creyeron en su canto.

1 comentario:

Claudia Corazón Feliz dijo...

Que buena descripción del acontecer político. Para mí Piñera es como gato de campo: a pesar que todos los chilenos odian a los empresarios por ser explotadores, igual votan por él. Y súmale los giles de la decé, los hombres y mujeres machistas que piensan que una mujer no es capaz de gobernar...
Nos leemos.