lunes, enero 28, 2008

El riesgo para las elites es su propia ley de hierro

La ley de hierro de la oligarquía (Robert Michels) plantea que una organización eficiente siempre necesitará un liderazgo fuerte, que irremediablemente irá en desmedro de la democracia interna de ésta.
La constitución de ese liderazgo se basará en la creciente concentración de la cúpula dirigente en términos cuantitativos, en base a la competencia entre las mismas elites, que se centra esencialmente en el control de los bienes con que cuenta la organización –ya sean estos patrimoniales, políticos o simbólicos- y que son siempre limitados.
En esa pugna, las elites dirigentes más fuertes se van posicionando sobre otras, las absorben, las cooptan, las reducen, las reposicionan o las disuelven, reduciendo su número dentro del campo de competencia.
La inevitable concentración (reducción) de los cuadros dirigentes en cualquier elite, indefectiblemente generará rupturas internas entre éstas, debido a la profundización de la dicotomía entre eficiencia –en cuanto a mantener el poder, obtener dividendos electorales y bienes políticos que se vuelven cada vez más escasos- y democracia interna –en cuanto a mantener vías de comunicación entre las bases y las distintas cúpulas dirigentes-.
El agotamiento interno de las elites –por el paso del tiempo, por malos cálculos políticos, por deterioro del discurso común o por disminución en los bienes a repartir, y más importante aún, por falta de nuevos cuadros o miembros- no sólo generará paulatinamente falta de cohesión entre sus miembros dirigentes, sino que irremediablemente afectará la legitimidad de la elite en su totalidad, con respecto a las bases.
Este fenómeno es apreciable a nivel de coaliciones de gobierno, partidos políticos, dirigencias deportivas, vecinales, o de cualquier índole.
A nivel político partidario, este fenómeno puede ocurrir simultáneamente en una coalición, cuyos partidos entran en una fase aguda de concentración –agotamiento- de la elite dirigente, que luego se expande a todo el conglomerado y sus suborganizaciones.
Las pugnas internas al interior de algunos partidos en torno a los liderazgos y el control de la organización, con resultados de expulsión, renuncias solidarias o auto impuestas, además de indicios de fraccionamiento, generará rápidamente una especie de efecto en cadena, donde otros actores de otros partidos, entrarán en dicha lógica de poder, que luego se expandirá a nivel de puestos de gobierno –bienes que se vuelven escasos-.
El caso de las renuncias en bloque en la DC luego de la expulsión de Zaldívar y la reciente proclamación de Jorge Arrate como precandidato del PS, son claro reflejo de este fenómeno, que termina por afectar a la Concertación como coalición gobernante proyectable en el tiempo.
El mismo fenómeno, ha impedido a la Derecha acceder al poder, puesto que las pugnas internas en torno a los liderazgos, terminan por debilitar a cualquier posible candidato.
En este sentido, si la Concertación quiere mantener el poder, obtener dividendos electorales y bienes políticos, sin afectar su democracia interna, entonces debe renovar total e inevitablemente sus cuadros dirigentes. Ya no basta con rotarlos.

3 comentarios:

Javier Bazán Aguirre dijo...

En el caso de la Derecha es que ellos no practican lo predican, a saber, la competencia en la política. Ahora el Alessandri post gobierno militar es Piñera, cuando hay buenos líderes. El único líder que tenía antes era Alessandri y no se les ocurría ofrecer a los electores más candidatos.

Javier Bazán Aguirre dijo...

Y en el caso de la UDI es que es un Club de amigos y no un partido político.

Anónimo dijo...

La politica es la base, no la cupula y sus copuchas de poder reaccionario. Los lideres de verdad duran poco porque los asesinan estas cupulas y sus paramilitares; antes eran marxistas, ahora son terroristas o delincuentes. El problema es el lenguaje en la ciencia politica y social.

Mi humilde opinion.