lunes, noviembre 05, 2007

La confianza en la Medicina agoniza

Actualmente, la actividad médica ya no concibe al enfermo como paciente, sino como consumidor, haciendo que las bases filosóficas y éticas en que se sustentaba la Medicina, como la confianza, la filantropía y el compromiso ético, estén perdiendo fuerza.
Antiguamente, la relación entre paciente y médico se basaba en la confianza que depositaba el primero con respecto al segundo, en cuanto a su propia vida. Es decir, la Medicina surgió como un acto de buena fe entre los seres humanos, donde lo que se transaba en términos simbólicos, era el bien más preciado que tiene un ser, la vida.
Esa transacción no significaba la perdida de la existencia por parte del enfermo, sino su retorno y recuperación, a través de la ayuda del sanador, curandero o médico.
El enfermo entonces, bajo absoluta confianza como receptor de la atención médica, se volvía un sujeto pasivo con respecto a su propia salud y vida, delegándole a otro sujeto activo la tarea de mejorarla y preservarla.
En ningún caso este proceso estaba mediado por transacciones monetarias específicas, sino más bien simbólicas como el prestigio, la buena fe, cuyo fin esencial era la sobrevivencia.
Vida sin cheque en garantía
El paso desde la concepción de pacientes a clientes, plantea una ruptura en la base fundante de dicha relación entre médicos y personas, al desvanecer la idea de compromiso permanente, desinteresado y focalizado en un único fin -preservar la vida- por parte de los primeros, y un vacío en cuanto al valor del sujeto mismo como receptor de la Medicina.
Lo esencial, es que el nuevo consumidor de salud, queda en un limbo entre su antiguo epíteto de paciente y su nueva condición de cliente, debido a que se mantienen las estructuras simbólicas y discursivas de la relación entre paciente-médico, pero dentro de un marco institucional donde la base de dicho nexo no es la vida en sí, sino la transacción de un bien material o monetario.
La relación médico-paciente, originalmente basado en la buena fe y la primordial mantención de la vida, se convierte en un nexo contractual definido esencialmente por la capacidad de pago del paciente.
El médico entonces ejerce su ética y responsabilidad, no en base a la vida de sus pacientes, sino más bien en base al pago que éstos generan para recibir atención médica.
En el ámbito de las consultas particulares, ésta noción se exacerba, generando vacíos en cuanto a los derechos a los que debe acceder todo paciente, como consumidor, y los deberes del médico con éstos, desde el respeto y buen trato hasta una atención ética por parte de los facultativos y su equipo en general.
En este sentido, el paciente, aunque ahora es considerado un consumidor, en la práctica carece de los instrumentos legales, institucionales y discursivos para ejercer tal condición.
En otras palabras, en cuanto a sus derechos, el paciente es aún considerado un sujeto pasivo, impedido de ejercerlos y reclamarlos.
Esa es la contradicción del discurso médico imperante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estaba interesante. Lástima que parece que falta el final del post (o al menos a mi no me aparece).

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Si, lo estoy terminando...

Jesús Pérez dijo...

Visitar: saludyclima.blogspot.com
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