martes, noviembre 27, 2007

Juan Carlos y Hugo: Ni Reyes ni tiranos

La polémica entre Juan Carlos y Hugo, uno rey y el otro presidente, y las diversas reacciones y opiniones que surgieron posteriormente, han dejado de manifiesto varias cosas: Nadie entiende la frase "ni reyes ni tiranos", y muchos de los que se proclaman contra el absolutismo, son capaces de justificar uno para defenderse de otro.
En torno al "¿Por qué no te callas?" surgieron dos posiciones claramente identificables y contrapuestas en cuanto a los actores involucrados, pero ambas marcadas por una clara mentalidad de sometimiento y valoración inconsciente al absolutismo, ya sea como plebe o como prole, según sea el caso.
La actitud de plebe sometida, fue la de aquellos que defendieron la actitud de Juan Carlos, no sólo demostrando su aprecio con respecto a la persona del "rey", sino también, aunque sin darse cuenta, su extrema valoración y disposición con respecto a la monarquía como régimen político y de gobierno.
La postura de prole sometida, fue la respuesta de aquellos que defendieron la posición de Chávez, y el llamado proyecto Bolivariano, pero sin considerar ningún aspecto que potencialmente lo podría estar convirtiendo en un tirano, ahora o más adelante en Venezuela.
Ambas posiciones terminan por justificar, de un lado u otro, el absolutismo; ya sea el monárquico, con el propósito de hacer frente al potencial absolutismo del proyecto Boliviariano -claramente antimonárquico- y el unipartidario, para criticar las estructuras de privilegios que, de alguna u otra forma representa y simboliza cualquier monarquía, y que se despliegan en forma de oligarquías en nuestro continente.
Lo paradójico es que muchos de aquellos que constantemente enarbolan el discurso de la libertad y la democracia republicana para criticar el absolutismo chavista, llegaron a manifestar que Juan Carlos seguía siendo el monarca para Latinoamérica (algunos llamándolo el rey espiritual), o que su frase era reflejo de su necesaria presencia para poner "orden" en nuestro continente, ante el "desorden" actual que significarían los gobiernos "plebeyos" y bolivarianos de Chávez, Morales y otros. Sólo faltó que hablaran de desorden en las colonias.
Esta posición, surgida desde lo que podríamos considerar la plebe "criolla", en términos monárquicos, (incluso aquella que podría ser más antimonárquica si nos basáramos en los parámetros de la Revolución Francesa) tiene claros tintes antilibertarios, cargados de racismo y clasismo, heredados de los tiempos coloniales.
Racista y clasista, porque según esta posición, Juan Carlos, por el hecho de provenir de la vieja Europa, de una familia monárquica y de fenotipo caucásico, tendría más legitimidad política y diplomática, para ejercer el poder y también ejercer el derecho de romper el protocolo frente a cualquier otro mandatario.
Lo anterior, se justificaría más aún según esta visión, en el caso de Hugo Chávez, que sería solamente un venezolano (un zudaca para los ibéricos que son racistas), piel morena, de origen popular, que además osó acusar de actitudes imperialistas a algunas de las principales autoridades de la "vieja madre patria", incluido -aunque no directamente- el rey.
En este sentido, viejos resabios de la oligarquía realista y anti-independentista (para mantener sus privilegios coloniales), que después de la emancipación rápidamente se hizo parte del poder político y económico republicano, afloraron con fuerza después del altercado en la Cumbre, no sólo entre algunos miembros de las elites chilenas, sino que entre aquella burguesía de clase media, en muchos casos, con más tendencia a los absolutismos.
Antilibertarios, porque lo claro es que la sobreexaltación de la figura, estirpe y origen del monarca español, e incluso de su necesaria influencia en Latinoamérica, por parte de algunos, tenía un único propósito; tener mayores argumentos discursivos contra Chávez y su proyecto bolivariano.
Sin embargo, lo único que han demostrado es que a muchos, poco les importa realmente el absolutismo como contraposición y peligro para la libertad de las personas, pero sí les importa quién lo ejerce, en cuanto al riesgo de mantener y proteger sus privilegios e intereses personales o de clase.
Es decir, les da lo mismo que exista absolutismo, siempre y cuando quien lo ejerza proteja los privilegios ya existentes. Cuando el riesgo de que arribe un absolutismo significa riesgo para dichos intereses, entonces se hace necesario contraponerlo con otro, sea cual sea.
Así, los que defendieron la orden de silencio de Juan Carlos, para atacar a quien consideran tirano, terminaron por lanzarse como súbditos ignorantes a los pies de figura del monarca, tal como lo hicieron los grupos anti-independencia en toda América siglos antes.
Terminaron por exaltar otro símbolo del absolutismo, más fastuoso y elegante, pero absolutismo al fin y al cabo.
Terminaron por olvidar la frase que decía: Ni reyes ni tiranos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante el análisis.

Es parecido a la gente que critica a Pinochet y alaba a Castro. O al revés.
Al final no les importa la forma de gobierno, sino que solo les importa si la izquierda o la derecha está en el poder.

socióblogo dijo...

Claro, pero España no tiene un régimen de gobierno absolutista. Tiene una monarquía constitucional. Franco cayó hace rato.

¿Donde está el absolutismo en apoyar a una figura simbólica? ¿No será forzar un poco el análisis?

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

¿De dónde proviene la legitimadad del rey para serlo, para ser el jefe del Estado español? ¿Cuáles fueron los procedimientos para que él y no otro fuera el rey y además tenga que meterse en los asuntos políticos de su país? Existen otras monarquías donde los reyes no tienen ninguna ingerencia.
¿Acaso el hecho que lo haya restituído el mismo Franco le da ese derecho?
La Monarquía es un sistema, antidemocrático, que le da poder y privilegios a personas cuyo único mérito es haber nacido en ciertas familias. El que la plebe controle el poder ejecutivo, y la familia real siga siendo sobreprivilegiada es parte absolutista.

socióblogo dijo...

De la constitución, como corresponde a un régimen (no sistema) de gobierno de monarquía constituconal. Es decir, es legitimidad racional-legal.

El poder del rey de España está limitado constitucionalmente y su rol es solamente el de jefe de Estado. Que su elección no sea democrática no lo convierte en absolutista, porque lo contrario de democracia no es absolutismo. Por ejemplo un régimen liberal moderado con voto censitario no es democrático, pero tampoco podría considerarse absolutista.

Si el poder del rey español no tuviera límites como el congreso, el primer ministro o la constitución, eso sería otra cosa. Pero esos límites están. Así que considerarlo absolutista es un error conceptual.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

El punto del artículo no apunta a analizar regímenes políticos desde un punto de vista conceptual, porque en ese sentido, el análisis es muy variable. Sería como decir que todas las democracias del mundo son tales, sólo por el hecho de tener elecciones.
Se centra en visualizar que el que Juan Carlos, tenga el carácter de rey, se basa en elementos provenientes del absolutismo y no del ejercicio democrático.
La legitimidad racional legal del gobierno español, está sustentada claramente en una construcción que es la legalidad, pero la legitimidad del rey como jefe de estado, de su familia y su rol, no tiene un carácter racional-legal, sino más bien tradicional, que se basa en la herencia, y no en cuestiones racionales-legales, puesto que el rey no es sometido a evaluación, ni cumple ninguna de los estatutos burocráticos.
Si dices que no hay aspectos absolutistas en eso, entonces Chávez es también un demócrata.