miércoles, marzo 01, 2006

Desigualdad sedimentada por la educación

Una población bien educada es un factor esencial para lograr el desarrollo, sin embargo, es claro también que la educación, sólo en términos de cobertura, no basta para disminuir las desigualdades que entorpecen ese tránsito.
En el caso de Chile, tener el lugar 25 de la mayor competitividad contrasta con nuestros índices de repartición de la riqueza, que nos sitúan entre los diez países con peor distribución del ingreso en el planeta, y donde el 10% más rico se queda con 35 veces más dinero que el que capta el 10% más pobre.
Esa dicotomía entre distribución y competitividad se vuelve aún más paradójica si consideramos que la cobertura de nuestro sistema educacional, entre los 5 y 14 años, se encuentra cercana a los parámetros establecidos por la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD, en sus siglas en inglés), con el 92% de los niños dentro del sistema educativo. Sin embargo, vemos que la cobertura no ha bastado, y que la desigualdad social continúa y aumenta.
Si consideramos que según Harald Beyer, investigador del Centro de Estudios Públicos, en Educación y Desigualdad de Ingresos: Una Nueva Mirada, plantea que “el impacto de la educación apenas se nota para aquellos que tienen 12 o menos años de educación. La curva de ingresos para este grupo es prácticamente plana”, podemos decir que la educación, sobre todo básica y media, a pesar de su nivel de cobertura, no está garantizando el desarrollo profesional y laboral equitativo de los individuos, sino que está perpetuando las estructuras de desigualdad. La afirmación no es gratuita si consideramos que “la fuente directa de la desigualdad de los hogares son los ingresos del trabajo”, según Beyer.
Ahí está la paradoja, porque si en teoría y supuestamente, un alto porcentaje está recibiendo la misma preparación e instrucción en las primeras etapas del sistema educativo, muchos deberían tener las mismas posibilidades de acceder a la educación superior y posteriormente a elegir trabajos bien remunerados, más allá de su nivel socioeconómico de procedencia y del capital social con que cuenten en principio.
Pero al parecer, y siguiendo a Pierre Bourdieu, el sistema educacional chileno, segmentado y estratificado, estaría sedimentando las desigualdades sociales al reforzar el habitus social de cada individuo según su capital social o en otras palabras, según su estrato o clase. Es decir, cada individuo estaría siendo educado en base a su origen social, al habitus de su clase, y no a su capacidad de aprender.
Por esto, es difícil que alguien consignado en el estrato abc1 estudie en un colegio técnico industrial y es muy probable que lo haga en uno científico humanista. Lamentablemente, la diferencia entre estudiar ambos tipos de establecimientos educacionales es abismante en cuanto a las expectativas laborales y proyecciones educacionales que de esto se generan. Peor si agregamos las diferencias entre colegios particulares y municipalizados, si consideramos que, por ejemplo, entre los 200 colegios mejor rankeados del país, sólo 5 son municipalizados.
De este modo, y tal como diría Bourdieu, el colegio no es el lugar en el que se generan las desigualdades sociales sino donde se naturalizan esas desigualdades. Por lo tanto, el planteamiento que consideraba a la educación como la base del desarrollo –en términos de equidad- tiende a perder sentido. Más aún, si consideramos que la brecha social sigue aumentando en torno a nuevas fuentes de desigualdad como son el acceso a la tecnología y a los medios de información, muy relacionadas con la educación, el problema se complica.
Tal como se plantea en Educación y Desigualdad de Ingresos: Una Nueva Mirada, “la marcada diferencia de ingresos de las personas según su nivel de educación, especialmente entre aquellos que tienen educación superior y los que no la tienen se traduce en una segmentación económica que claramente está definida por la educación”.
Estas diferencias se ven acrecentadas debido a que, como explica Beyer, “la estructura productiva del país determina la demanda relativa de trabajadores calificados y no calificados”, y por lo mismo, se está produciendo un número no despreciable de profesionales cesantes o trabajando por sueldos muy bajos, en labores para las cuales, no necesariamente están calificados o muchas veces, sobrecalificados. Es decir, actualmente, ni siquiera la educación superior estaría garantizando un futuro laboral seguro y bien remunerado, por muchos postgrados y estudios que se tengan.
En este sentido, debemos tener claro que la educación superior en Chile se compone de tres niveles: las universidades, los institutos profesionales y los centros de formación técnica. Los dos últimos, no tienen un sistema de acreditación ni de regulación y tampoco tienen vías de conexión con el primero. Ahí, claramente se produce un foco de diferencia que perpetua las desigualdades en el plano laboral. Las carreras técnico profesionales tienden a ser vistas, erróneamente, como carreras de segundo orden, como opción para los que no pudieron ingresar a la universidad tradicional.
Por lo mismo, el funcionamiento del mercado tiende a favorecer a estudiantes y profesionales que ya poseen capital económico y social previo, pues las instituciones educativas están estructuradas para favorecer a aquellos que ya lo poseen.
A lo anterior, se suma un fenómeno que viene ocurriendo en los últimos años, y es que la universidad, tanto privada como pública, se ha convertido en un lugar donde se aprenden determinadas técnicas, específicas y muy acotadas, que inhiben el desarrollo integral de los profesionales, y por ende su capacidad innovadora. El profesional, queda determinado a ciertas tareas específicas, en las cuales sólo puede desempeñarse si cuenta con el capital social previo. Es muy difícil que alguien sin capital social amplio, pueda acceder a puestos laborales bien renumerados, sobre todo si consideramos que aquel con mayor capital social –entiéndase desde el apellido hasta “pitutos”-, aún siendo el peor alumno, tiene garantizado entre 30 a 40% más de sueldo que el mejor alumno que viene de un sector medio-bajo.
Es decir, la cobertura educacional no bastará para disminuir con la desigualdad, mientras las diferencias en el capital social primen sobre el mérito, el buen desempeño, y la educación siga siendo segmentada desde sus primeras etapas. Sobre todo si consideramos que esas diferencias estarían siendo fomentadas desde la primera infancia, pues la cobertura en educación preescolar llega a menos de la mitad en nuestro país, y por lo tanto, tendríamos un importante número de ciudadanos que estarán en desventaja desde el inicio de sus vidas, mucho antes de pensar en trabajar.

2 comentarios:

Zorro Network dijo...

Nada que decir de las tesis de Pierre Bourdieu, explica muy bien el fenómeno de nuestro sistema educacional, segmentado y estratificado. Justamente, este no ha variado un milímetro su tradicional sedimentación de las desigualdades sociales. Es más las refuerza.
Una variable que sería interesante de examinar, es el rol de la religión y la Iglesia en ello. No por nada, los más importantes colegios y centros de educación superior, en donde se aglutina el grueso del capital social, están en manos de tan distinguida institución valorica.
Saludos

Principemestizo dijo...

aun no entiendo por que a lo spaises latinos, no da tanta lucha salir adelante, muy buen post, el blog en general le doy un 1a, un abrazo de su hermano dominicano, pasare siempre por aqui